30 enero 2009.
LA PERIFERIA DE LA CIUDAD COMO METÁFORA.
Nomadismo radical.
¿Cuáles deberían ser las sensaciones de un perpetuo viajero respecto a una ciudad completamente ajena? En la práctica totalidad de las ciudades contemporáneas nos encontramos ante un problema similar; el tipo de crecimiento en ensanche anula cualquier posible relación entre centro y periferia, relegando a esta última la función de alojamiento. Como resultado, bastas extensiones de ciudades dormitorio sin calidad espacial, arquitectónica ni ambiental. Meras construcciones anodinas que en el mejor de los casos albergará alguna zona para el encuentro casual de sus ocupantes. Ante este panorama, la sensación de desarraigo de sus habitantes se hace latente.
El sentimiento de alienación viene determinado por la vinculación del ser humano respecto de su entorno inmediato. La condición animal del hombre le relaciona directamente con un entorno de naturaleza, lugar donde puede encontrar comida y cobijo principalmente. Es precisamente su condición de ser social la que le empuja a crear vínculos con seres tanto de su misma como de otra especie, como con el entorno que le rodea. A lo largo de la historia se ha constatado el sentimiento de diferenciación del ser humano respecto al resto de las especies, pues su objetivo ha sido modificar el entorno sobre el que se asienta en lugar de intentar acoplarse a él. Las consecuencias hasta el momento son más que evidentes: destrucción de la naturaleza, crecimientos descontrolados, diferenciación social,…
Desde el punto de vista urbanístico, son muy pocos los casos en los que siquiera somos capaces de resolver de una manera digna esta situación límite entre naturaleza y artificio, entre lo salvaje y lo tecnológico. Realmente son los “no lugares” que Marc Augé enuncia, espacios de transición entre el núcleo de la ciudad, cada vez más lejano, y un entorno natural cada vez más degradado. Sus habitantes no pertenecen a ninguno de estos mundos, su capacidad de relación con uno de ellos es tan nula como con el contrario.
Nomadismo urbano.
Antes del año 2050, más de la mitad de la población mundial vivirá en las ciudades. Por lo tanto, más de la mitad de la población mundial habrá perdido la condición de ser natural, primitivo, su instinto animal quedará anulado. Su relación con la naturaleza se limitará a visitas esporádicas a entornos pseudonaturales más o menos controlados, como reservas o parques nacionales. Asimismo, las posibilidades de que por una u otra razón habitemos de manera constante la misma ciudad, son escasas. La especificidad laboral y educativa nos obligará, más si cabe, a practicar un nuevo tipo de nomadismo, el que nos llevará de una ciudad a otra para cubrir unas necesidades concretas.
Este intercambio cultural que hoy ya se está produciendo tiene innumerables beneficios para un tipo de sociedad que cada vez más demanda este modo de vida. No obstante, la relación que estos nuevos nómadas puedan tener con la ciudad a la que llegan es totalmente distinta a lo que hasta ahora entendíamos. Nos encontramos ante un hecho del que desconocemos tanto las implicaciones como sus consecuencias.
Nomadismo virtual.
La explosión de las nuevas tecnologías incrementa o modifica el sentido de alienación que Hegel comparó con el término negación. Los últimos estudios de Paul Virilio se encaminan a establecer las posibles relaciones existentes entre los avances tecnológicos y sus consecuencias en la población, lo que podríamos denominar como las nuevas sociedades digitales. El espacio físico muere en favor de los espacios virtuales, las fachadas quedan definidas por millones de pixeles a la espera de ser ocupados por carteles publicitarios, las relaciones sexuales o el teletrabajo por la red serán de consumo habitual,… En una sociedad en la que cada individuo podrá crearse un entorno a su medida, ¿qué importancia tiene ya el cuerpo, lo táctil, lo matérico?.
Diego Izquierdo Díez.