30 enero 2009.
Visiones alternativas a la ciudad contemporánea. (PARTII)
Subscribo la postura de Elías Canetti cuando afirma que en el momento en el que las masas ven cubiertas sus necesidades, éstas se convierten en masas de acoso, ejércitos espontáneos de perseguidores que se vigilan entre sí, obsesionados por descubrir cualquier atisbo de disidencia para erradicarlo sin piedad. Efectivamente hemos pasado de ser controlados a querer ser observados, para finalmente llegar a ser nosotros mismos los que nos controlemos, observemos y juzguemos. ¿Cómo si no se puede entender el éxito de un programa televisivo cuya máxima virtud radica en la capacidad de crear debate en torno a un número y prototipo de personas hacinadas en algo parecido a una vivienda? Este fenómeno social pone de manifiesto las carencias existenciales que el individuo actual sufre como tal; el proceso de alienación parece haber dado una vuelta de tuerca y el ser humano, que como ser social necesita sentirse conectado a otras personas, no duda en asumir ciertos parámetros estéticos, ideológicos, etc… para sentirse miembro de un determinado tipo de sociedad, grupo o tribu. El sentimiento de comunidad se sobrepone al de alienación, si bien es verdad que los “no lugares” que Marc Augé enuncia se encuentran en plena vigencia. En este sentido creo que no se trata tanto de alienación como de homogeneización espacial, y que estos espacios del anonimato marcarán la organización de las nuevas ciudades.
Y así lo están haciendo y así lo estamos viviendo; el cotidiano acto de “ir de compras” transciende de lo meramente casual. Para que este hecho ocurra hemos tenido que negar la calle como lugar de relación, mutándose en amplios corredores de alta velocidad que nos comunican directamente nuestra casa con el lugar de trabajo y el de ocio. Que países europeos, y sobre todo mediterráneos, hayamos asumido el modelo de ocio de los EEUU resulta desconcertante si no se tiene en cuenta lo anteriormente mencionado. Citando a Rem Koolhaas, el capitalismo mediático que reina en el mundo occidental conforma un universo consumista que coloniza el territorio con un espacio sin cualidades. Aparentemente apoteósico y espacialmente grandioso, el efecto de su riqueza es una vacuidad terminal, una depravada parodia que sistemáticamente erosiona la credibilidad de la arquitectura, posiblemente para siempre.[…] El espacio basura es la suma total de nuestra arquitectura actual. Se está instalando un nuevo tipo de socialización basado en un imperativo seductor que somete la propia vida a la experiencia del test continuo y que puede llegar a producir síndromes psicopatológicos importantes, como estés, ansiedad o depresión nerviosa.
Que nos encontramos en la sociedad del consumo es evidente, hemos pasado de la producción al consumo de una manera natural. Ahora bien, si el modelo de consumo tal y como lo entendemos evoluciona a otro mucho más virtual, digital, en favor de las nuevas nanotecnologías, ¿qué pasará con el modelo de ciudad tal y como la conocemos?. Entendemos el ocio como consumo de tiempo libre, el individuo de la sociedad actual raramente dispone de él, es el horror vacui del espacio llevado a la dimensión temporal. Los estudios sociológicos que José Miguel Iribas llevó a cabo en la década de los sesenta para el crecimiento de Benidorm han quedado, como él mismo denuncia, obsoletos. Se trata de un modelo acabado que únicamente responde a las necesidades de explotación de quien recibe algo a cambio. Si un modelo de turismo innovador y radical como el que ahí se planteó lleva inequívocamente fecha de caducidad, ¿cómo poder asumir esas expectativas de crecimiento de una manera racional?
El hecho cierto es que la arquitectura siempre va por detrás de la demanda; la necesidad no la crea la arquitectura sino la publicidad. Primero creamos el contenedor provisto de aire acondicionado y escaleras mecánicas y luego, si nos acordamos y queda presupuesto, pintamos una porción de terreno de verde y le ponemos un banco. Hasta ahora el valor del suelo ha ido al alza por el proceso especulador de los intereses particulares, explotando al máximo cada metro cuadrado con el fin último de sacar el máximo rendimiento. Si estudios como los que Paul Virilio desarrolla se confirman, la sociedad digital que él propone podría ser una realidad en un tiempo no demasiado lejano. De esta manera el valor que el espacio físico ostenta se devaluaría y la repercusión sobre la ciudad sería inmediata. Quizás estamos volviendo a una sociedad [tecno] medieval, en el que muchos grupos de trabajadores pueden ejercer su labor profesional desde su propia residencia; o realizar las compras desde casa, o encargar la comida a un restaurante, o ver una película de estreno desde casa, o . Sería esta una oportunidad para replantearse de nuevo estas políticas del espacio y adelantarse a los que sabemos que van a intentar sacarle partido.
Nos encontramos en un momento similar al que vivieron los miembros de la Internacional Situacionista cuando lanzaron sus propuestas artísticas, arquitectónicas, urbanísticas y sociológicas. Aprendamos de ellos; seamos capaces de mostrar por un lado a dónde nos llevaría la tendencia actual y por otro propongamos nuevas alternativas al crecimiento desmesurado. Planteemos nuevos tipos de relaciones entre los individuos, la ciudad y el entorno que les rodea. Apostemos por la mezcolanza, la hibridación, la subversión y la disidencia tanto como en la desmaterialización de los límites marcados.
Diego Izquierdo Díez.