domingo, 17 de mayo de 2009

Una espiral de cemento y leyenda: Frank Lloyd Wright

18 mayo 2009.
El Guggenheim celebra el genio de Frank Lloyd Wright en su 50º aniversario - La muestra sobre el arquitecto de la sede neoyorquina llegará a Bilbao en octubre

Su espiral ascendente, su asombrosa fluidez y sus paredes curvas forjaron la leyenda del canto del cisne de un arquitecto, también marcaron el nacimiento de un nuevo modelo de museo.

Frank Lloyd Wright, durante la construcción del Museo Guggenheim de Nueva York, en 1959, poco antes de morir sin que pudiera llegar a inaugurar el museo.- THE SOLOMON R. GUGGENHEIM FOUNDATION, NEW YORK
No le gustaban las ciudades, quería integrarlas en el paisaje
Construido hace 50 años, el edificio del Guggenheim de Nueva York revolucionó con inteligencia el concepto arquitectónico de exposición. Este formidable espacio acoge hasta el 23 de agosto una fascinante exposición dedicada al hombre que le dio forma: Frank Lloyd Wright (Richlan Center, Wisconsin, EE UU, 1867 - Phoenix, 1959). Arquitecto visionario en lucha contra la deshumanización de las ciudades y que subrayó la importancia de construir pensando en las necesidades interiores de cada edificio, fue un creador prolífico que no llegó a construir muchos de los proyectos que imaginó. La muerte le atrapó apenas seis meses antes de inaugurar el museo, en 1959.

En su obra, de la que aquí se presentan los 64 proyectos más significativos bajo el título Frank Lloyd Wright: de dentro hacia fuera, se pueden encontrar puntos comunes. La exposición viajará en octubre al Guggenheim de Bilbao, donde otro edificio icónico albergará los sueños del gran patriarca de la arquitectura estadounidense. Para él, era fundamental la búsqueda de la armonía entre el edificio, el ser humano y la naturaleza. Poseía una inquietud visionaria por estimular la interacción social a través de la creación de espacios comunes, abiertos y orgánicos. Su meta siempre fue subrayar los efectos positivos de la arquitectura sobre la calidad de vida del ciudadano. "La apuesta por redefinir el espacio, por crear desde dentro hacia fuera, es lo que después ha marcado a otras generaciones de arquitectos. Pararse a pensar primero para qué y cómo se va a utilizar el espacio antes de darle forma. Siempre tenía en cuenta a las personas que lo van a habitar, pero sin olvidar el exterior. Eso es lo más importante del legado de Wright", afirma María Nicanor, una española que forma parte del equipo de comisarios y que incluye entre otros a Bruce Brooks Pfeiffer, director de los Archivos Frank Lloyd Wright, donde se conservan los dibujos, cartas y manuscritos de donde ha salido el grueso de la muestra.
Pfeiffer conoció bien a Wright: con apenas 19 años se enamoró de la residencia Taliesin West y decidió estudiar con él. Trabajó a su lado hasta su muerte y después se dedicó a preservar el legado de su mentor. "No le gustaban las ciudades, él abogaba por la descentralización, por acercar a la gente a la naturaleza, por integrar la ciudad en el paisaje. En ese sentido era muy muy verde. La contradicción es que esa idea de ciudad es muy dependiente del coche. Amaba los coches porque amaba la tecnología", comenta Pfeiffer.

Esa visión puede verse en una sala dedicada expresamente a la ciudad americana con la que Wright soñaba, cuya obra cumbre fue el proyecto Living City, que nunca se llegó a realizar. En ella, la naturaleza y la arquitectura se integraban en inmensos espacios abiertos. La muestra también se detiene en la visión de Wright de la residencia americana. La más célebre es La casa de la cascada, pero hay muchas otras como la Herbert Jacob House 1 o el proyecto nunca construido de Cloverleaf Quadruple Housing.
El recorrido es casi cronológico. Un paseo por la producción de un arquitecto que dedicó el último año de su vida a imaginarse un centro cultural para Bagdad (era un enamorado del libro Las mil y una noches), situado en una isla en medio del río Tigris. Enormes planos de colores ilustran las ideas que Wright barajó para óperas, museos, bazares e incluso casinos en una ciudad que a finales de los años cincuenta aspiraba a convertirse, mediante esa mezcla hoy tan utilizada de arquitectura, cultura, ocio y comercio, en uno de los grandes centros culturales de Oriente Próximo. El testigo parece haberlo recogido Thomas Krens, el ex director del Guggenheim, entregado a la consolidación de un proyecto similar al imaginado por Wright y ejecutado por otros arquitectos pero en la isla de Saadiyat, en Abu Dhabi.

http://www.elpais.com/articulo/cultura/espiral/cemento/leyenda/elpepucul/20090515elpepicul_1/Tes